viernes, 3 de octubre de 2014

El Calvario de la señora Stuart

Compartimos el Capítulo número UNO de la novela titulada "El Calvario de la señora Stuart", obra inédita de Braian Bauer que data, inexactamente, del año 1966.



Plegaria Stuart nunca supo que aquella noche moriría a manos de su propio amante, un poderoso empresario quien, en el afán de conquistarla, le compró cuanto lujo ella le exigía; casas, autos, joyas, viajes, y por supuesto, también las instalaciones de Calvario, un club nudista ubicado en la cima de una colina alejada de la ciudad.
Lo que Plegaria Stuart tampoco supo la noche en que fue asesinada, era que resucitaría al día siguiente, estando rodeada de los cadáveres de sus bailarinas y clientes más fieles. Tampoco se imaginó que en su habitación ubicada en el tercer piso de la casona, su amante se encontraría colgado de una soga, dejando que su cuerpo cayera y se meciera hacia el patio interno del lugar. No pensó que en el pasillo principal Dulce Cristal estaría en cuclillas, desnuda y bañada en sangre, lastimada y llorando, y que sus miradas se cruzarían por una milésima de instantes solo para comunicarse, mediante telepatía tal vez, porque ninguna mencionó palabra alguna, que el problema real se encontraba en la oficina principal del club.
La señora Stuart ingresó allí corriendo, todavía podía oír, a pesar de la desesperación, el llanto de Dulce, e inclusive tuvo la frialdad para escuchar el cuerpo todavía tibio de su amante golpear contra la madera de la ventana al moverse por una fuerte ráfaga de viento que también hizo que algunas puertas se cerraran bruscamente.
Ingresó, todo permanecía en penumbras, solo la suave luz del fuego de la chimenea iluminaba por momentos, según al ánimo del viento que movía las llamas, la fría habitación. Afuera el alba comenzó a dar señales de vida, pero tan solo una leve línea de luz llegaba al lugar por las hendiduras de las persianas. El sillón detrás del escritorio estaba dándole la espalda, y se mecía imperceptiblemente hacia ambos lados, como si un niño estuviese jugando. Ella apoyó sus manos sobre el limpio escritorio de algarrobo, y allí vio que sus brazos estaban bañados en sangre, al igual que el resto de su cuerpo desnudo. El sillón giró y allí estaba él, bien vestido, sonriendo, con una copa de lo que supuso sería vino tinto en su mano derecha. Conocía bien ese rostro y un frío de pánico recorrió su espalda.
-          Condenados a repetir todos nuestros actos – dijo Ocaso D’Acuario y comenzó a reír a carcajadas.

Plegaria Stuart no pudo más que caer de rodillas y comenzar a gritar.

Más info en --> El Fanzine de Vicky

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