lunes, 28 de diciembre de 2015

Una nueva esperanza

Tuve la oportunidad de entrevistar a Vicky en dos oportunidades previas a este nuevo encuentro. De ella puedo decir que es noble, gentil, simpática, inteligente, es la clase de mujer que toda madre quiere para su hijo. ¿Qué más puedo decir? Bueno, sus amigos le dicen Victoria, no la llaman por su nombre artístico o diminutivo, solo es Vicky para el público, inclusive hasta se toma el atrevimiento de corregir si alguien nuevo en el grupo le dice Vicky.
-¿Como andás Vicky? – la saludó con un beso en la mejilla Ton cuando los presentaron porque él estaba próximo a publicar su libro de Lucy.
-Victoria – respondió ella devolviendo el beso.
Esas simples sutilezas la describen. Ella tampoco llama a la gente por sus apodos, ni siquiera a Lole, su amiga de toda la vida, la llama por su nombre, Dolores. Al consultarle sobre esto ella reconoce que “cuando me enojo o discutimos le digo Lole, pero es porque es más cortito de decir”, sonríe.
Se puede sumar que su arma de seducción más potente es la timidez, algo que por supuesto no busca, y que al escucharla hablar tiene hasta rasgos de inocencia. Habla mirando hacia abajo porque no tolera mantenerle la mirada a nadie, y encoje sus hombros cuando dice, o piensa que dice, alguna frase fuerte. Porque si algo tiene ella, es que desde su timidez no se guarda nada, dice lo que piensa siempre, y si del otro lado le discuten o refutan, ella simplemente argumenta, con sus cachetes colorados de la vergüenza, pero no se calla. Las gotas de sudor humedecen su frente por la incomodidad, pero habla.
Tal vez por esto es que no es de brindar entrevistas.
Puedo describir su forma de vestir. Detesta las cosas pegadas al cuerpo y ajustadas, supongo en mi mente, que se debe también a esa timidez, y no gusta que la miren por la calle, usa remeras sueltas que aparentan mostrarla más gorda de lo que es, usa el pelo suelto aunque haga mucho calor porque odia, literalmente, que le miren el cuello. En verano no va a la playa porque “me da bronca que me miren el culo”, solo toma sol en el patio de su casa (la de sus tíos en realidad) donde tiene una pequeña piscina y puede en los momentos de soledad, inclusive, hacer toples, aunque confiesa “el verano pasado un vecino con este tema de los drones me sacó una foto, lo denuncié y ahora no se puede acercar a mí ni para saludarme o va en cana”. 
De su vida privada solo se conocen rumores. Nunca se confirmó su ambigüedad sexual, ni sus diferentes vicios. No hay registros de las depresiones que dicen la abrazan cada tanto. Ella pide por favor con cara de sufrimiento no hablar de esas cosas en las entrevistas, y a los periodistas los puede más la ternura de esa cara similar a la de un perro con hambre que la investigación periodística en sí misma, y le conceden el deseo. No habla de sus padres ni de su infancia. No habla de sus novios, y corta el mambo con un sutil “¿perdón?” cuando se le pregunta sobre algo de su intimidad sexual. No habla de su ex y le cambia la expresión del rostro cuando se le pregunta sobre él. No habla sobre drogas ni de su relación con el alcohol, ni responde preguntas sobre sus supuestos trastornos alimenticios. No habla de su adolescencia y niega haber sufrido bullyng con un tímido y suave “eso es mentira” mientras sus ojos se apagan. No habla sobre sus poemas ni escritos porque cree que de hacerlo se perdería la magia. Solo habla de su hijo Tadeo, y lo hace porque es inevitable, no se puede ocultar, y siempre habla de las películas que vio la última noche, porque gusta mucho del cine, aunque tampoco dice grandes cosas.
-Ser madre me cambio la vida – se pone, como se dice en el ambiente, el casete y trata de cambiar de tema rápido – Al final la madrastra se quería quedar con el bebé, un final muy abierto.
Ustedes se preguntarán, entonces, ¿qué tiene de especial entrevistar a Vicky?
Nada.
Es más, su labor artística es limitada. Prácticamente no participa de las publicaciones que llevan su nombre. Solo lo hace esporádicamente. Viene amenazando con lanzar una obra solista, pero no lo hace.
Es increíble que tenga tantos seguidores, porque como dijo el Indio Solari alguna vez, la gente quiere al que está en la remera, y la imagen del proyecto Vicky’s Books es precisamente Vicky, Victoria. Ella no lo pidió, y cuenta el mito que todo fue un simple chiste interno entre algunos amigos, el chiste duró más de lo debido y hoy en día Vicky’s Books es el fanzine con más seguidores del mundo.
Pero vamos por partes.
¿Qué es un fanzine?
Para empezar es la abreviación de dos palabras, Fanatic y Magazine, fanáticos de los revistas. Fanáticos de temas en particular, y entonces dichos fanáticos crean sus propias revistas, de bajo presupuesto y del tema que más les plazca; arte, dibujos, comic, entrevistas, actualidad, etc. Vicky’s Books es, según ellos, un fanzine literario, lugar donde escriben muchas personas. En ese contexto es conocida Vicky.
A Vicky la gente la quiere, básicamente, porque en el fondo saben que no pueden tenerla. Es el fruto del deseo, la minita imposible, el amor platónico. La hembra sexual que todo lo quiere. La virgen inmaculada que perdona. Vicky es el misterio. La figurita difícil.
El por qué del fanatismo es difícil de explicar. En Vicky’s Books supieron crear un universo paralelo, donde Vicky es la Diosa madre, aunque claro, como toda su historia en realidad, es muy probable que ese universo haya sido creado por la suerte, el azar y el estar en el lugar justo en el momento justo. Ella me dice mientras bate un café para convidar (porque vale destacar que es muy buena anfitriona) que “la primera vez que me conocieron en la calle no entendí nada, una chica de edad de colegio secundario me señaló y le dijo a su grupo mirá, la chica del fanzine, fue re loco. Después me fui acostumbrando”.
La devoción fue gradual. No se puede determinar en qué punto hubo una explosión de popularidad y fanatismo. Vicky apoya una caja de zapatos sobre la mesa, la abre y comenta que allí guarda todos los regalos y cartas que le escriben.
“Es romanticismo en estado puro, porque que hoy en día se tomen el trabajo de escribir a mano pudiendo mandar un mail o mensaje privado en las redes sociales es bárbaro. Yo las guardo todas”.
Le pregunto con temor a que tenga intenciones de no responderme que dicen esas cartas, y extrañamente Vicky se abre.
“De todo. Tenés dibujitos de nenes y nenas del jardín hasta propuestas de casamiento de algún flaco. Otra que me pregunta cómo se cambia el mundo, mujeres que me putean y me quieren lejos de sus maridos, otras que me dicen que siga luchando en este movimiento feminista. Me mandan poemas, cuentos, flores, pero las flores duran unos días en el florero y se mueren, esas no puedo guardarlas, pero las llevo en mi corazón para siempre”, dice y se lleva ambas manos al pecho, encoje sus hombros y cierra los ojos.
Le consulto entonces los motivos por los cuales sale disfrazada a la calle, siempre con gafas oscuras y algún gorro, siempre corriendo el riesgo que la pregunta se interprete como algo personal y se niegue a responder.
“Disfrazada no, solo las gafas y el gorro o algún pañuelo, y lo hago solo acá en Argentina y en algunas zonas. Pasa que las últimas veces que me conocieron en la calle la pasé mal, porque del amor y el cariño al acoso hay una línea muy delgada que el público por momentos no ve. Yo me saco fotos y firmo fanzines, pero ya la manito en la cadera, el beso en la comisura no tengo por qué tolerarlo, y si digo algo se ofenden, entonces prefiero no salir, o salir camuflada”.
Vicky hace referencia a la última convención de fanzines, realizada en la ciudad de Rosario, donde fue la encargada de brindar la charla final, el cierre del evento, si fuese una banda de rock, sería la encargada de cerrar el festival.
Esa charla fue, lejos, la más concurrida, inclusive quedó gente afuera, y para apaciguarlas los organizadores debieron construir una pantalla en las afueras, porque si algo tienen los seguidores de Vicky es que consiguen lo que quieren sea de la forma que sea, y aquella tarde ellos querían ver a Vicky, y la vieron.
Al finalizar la charla donde ella expuso algunas teorías sobre la independencia y la auto gestión, fue imposible evitar el contacto con el público, si bien ella había pedido salir por la puerta trasera de la sala, se corrió la voz y todo el mundo estaba allí. De todas formas fue simpática, se tomó fotos, firmó ejemplares; pero con el correr de los minutos la situación mutó a una lucha por la supervivencia, tocaban su pelo, querían arrancarlo, la apoyaban, tocaban su culo. Ella recuerda que “los Vicky, Vicky se multiplicaron, todo el mundo me llamaba, me manosearon como nunca, acá Vicky, acá decían, yo estaba rodeada, no podía salir para ningún lado, tuvo que actuar la policía, fue feo”.
Algo similar sucedió en un evento fanzinero en Chile, en un festival sudamericano, con fanzines de todos lados, Perú, México, Colombia, Brasil y por supuesto, representando a la Argentina, Vicky’s Books. Allí la cosa fue más seria, un grupo de seguidores (se supo más tarde provenientes del Perú) trataron de secuestrarla, o al menos, de subirla a un auto contra su voluntad. Fue a la salida de la charla, ella firmaba autógrafos cuando de repente alguien la sujeta por la espalda, abrazándola por la cintura, levantándola y llevándola a un auto estacionado a pocos metros de allí que ya los esperaba con la puerta abierta. Ella, claro, pataleó y gritó generando un escándalo para tratar de soltarse, y fue la propia gente quien la ayudó a librarse del infortunio.
Dice que “solo Dios sabe lo que me hubiesen hecho”.
Traté de explicarle que estaba claro lo que esos hombres buscaban, que se caía de maduro. Ella respondió con un inocente: “¿Vos decís, te parece?”.
Desde esos eventos ella dejó de participar en esa clase de ceremonias, y trata en lo posible de no ser reconocida por la calle. Quizás eso haya, simplemente, aumentado el grado de fanatismo, porque es raro que se admire a alguien a quien te podés cruzar en la verdulería o en la fila del dentista, uno admira a lo imposible, uno admira, al fin de cuentas, la magia.
Vicky es la magia.
Aunque hoy poco importan los motivos, la realidad es que el día que se escriba la historia universal del mundo de los fanzines, Vicky debería como mínimo ir en la portada, es, probablemente, la imagen más fuerte del movimiento de todos los tiempos, hay un antes y un después de Vicky.
Ella lo sabe. Eso la asusta.
“No sé, yo solamente escribo, no sé que busca la gente, no entiendo el cariño, estoy segura que no puedo darles lo que ellos buscan, me aterra pensar que algún día alguna decisión mía pueda ser mal interpretada y piensen que soy una traidora. Que lo piensen no sería tanto el problema, pero la gente que nos sigue se manifiesta físicamente, pintan paredones, pegan calcos, se juntan a cantar, que se yo, a lo mejor algún día me cagan a palos si sienten que los traicioné”.
Victoria tiene amplios conocimientos en psicología, estudió la carrera casi hasta el final. Habla un inglés perfecto y toca la guitarra. Pero si se le pregunta sobre eso se avergüenza, no se jacta de sus talentos, por el contrario, prefiere remarcar las cosas que hace mal, como “escribo pésimo”, dice y muerde su labio inferior.
La miro y no puedo creer que esta mujer, tímida y respetuosa, sea la misma protagonista de los varios rumores que giran a su alrededor. Impone respeto, no puedo preguntarle por ejemplo, si es verdad que mantuvo relaciones íntimas con Ángela Hanz, o consultarle por sus supuestas recaídas con el alcohol, simplemente no puedo, no puedo siquiera imaginarla ebria, ni bailando sensualmente en un boliche, y me pregunto cómo habrá hecho su ex para embarazarla.
Le digo, entonces, que se habla mucho sobre…
-Se habla mucho de muchas cosas – interrumpe con firmeza.
-Sí, justamente Vicky, se dice…
-Victoria.
Elevó mi vista y veo que me está clavando sus pupilas de lleno contra las mías.
-Hay rumores de drogas, sexo, depresiones…
-No hablo de mi vida privada.
-Sí, pero si negaras algo alguna…
Vicky estira su brazo hasta alcanzar la grabadora. Tengo vicios de periodista viejo y todavía utilizo las de cinta. Ella presionó el botón de stop para que dejara de grabar, por ende no hay testigos de lo que ocurrió a continuación.
-Yo sé a dónde querés llegar – dice – No voy a responder esa clase de preguntas, mi vida íntima, los posibles problemas que pueda tener, los supuestos excesos, son asuntos míos.
-Se dice que sos bi – ataco, mala idea.
Esa frase hizo que me ganara mi primer cortante, certero y sublime “¿Perdón?”.
Vicky me mira fijo. No dice una palabra. Yo no puedo decir nada, un poco porque estoy esperando su respuesta, otro poco porque me acabo de dar cuenta que me fui, lisa y llanamente, al carajo, siento vergüenza pero a su vez algo de temor. Ella me mira sin bajar la vista, algo muy extraño. Como si su mirada me hipnotizara comienzo a ver un cambio en ella, y esos ojos que brillaban de alegría, inocencia y timidez ahora van mutando levemente a fuego, rencor, experiencia. Sus ojos se apagan pero con fuerza, y de repente si puedo imaginármela ebria danzando sensualmente sobre la barra de algún boliche, y puedo imaginarla desnuda rodeada de otras personas, y no me sorprendería verla en una cama triste sin ganas de vivir. No me sorprendería que detrás de esa nueva mirada cargada de odio exista una dulce adolescente víctima del bullyng. La sigo mirando, y percibo en sus labios una leve sonrisa. Mis oídos me aturden. Me doy cuenta que ella sigue mirándome, que pasaron un par de minutos y ella ni siquiera pestañea. Le pido perdón, le digo que soy un desubicado, que le falté el respeto, que si quiere dejamos la nota para otro día, o que paramos diez minutos.
Una chica entra en la sala con Tadeo en brazos. El bebé llora. Victoria lo alza y lo mese mientras le tararea una dulce canción de María Elena Walsh. El bebé se calma como por arte de magia. La chica le dice que “no sé como hacés para calmarlo”. Vicky la mira y le sonríe, sus ojos vuelven a brillar, regresan triunfales a la inocencia, como si el infierno de segundos antes no hubiese existido. Una vez el niño dormido se lo devuelve a la chica y esta se retira tratando de no hacer ruido.
“Es la niñera”, me dice, “me da una mano porque sola a veces no puedo”.
Lo supe, es su tendón de Aquiles. Su hijo la puede. Se abre mínimamente, ese “sola a veces no puedo”, en boca de Vicky, es todo un hallazgo periodístico. Dice mucho más de lo que aparenta, confiesa estar o sentirse sola, y afirma que no puede, pero… ¿por qué? ¿Qué se lo impide? ¿Será alguno de sus vicios, sus depresiones? Pienso. Ella se da cuenta que estoy pensando y sabe que dijo más de lo que debía.
Le hago un par de preguntas más sobre el fanzine, pero descubro que no tienen valor, me doy cuenta la grandeza de Vicky. Me dice de los proyectos para el año próximo, pero no valen la pena mencionarlos. Me dice que “los chicos”, como ella le dice al resto de Vicky’s Books, “se manejan bien sin mí, no me necesitan para nada”. Ese es su poder. El arte de la ausencia. Maneja todo sin hacer nada. Es la estampita. Es la imagen de una revolución. Ella lo sabe. No puedo no enamorarme súbitamente. Mirá hacia abajo, bebé un último sobro de café y acomoda un mechón de su pelo detrás de la oreja. Entiendo a los talibanes, sus fieles seguidores, entiendo por qué la aman, entiendo la devoción. Me emociono. Esta mujer, sola y rodeada de demonios internos, acepta ser esa imagen para que nosotros tengamos un faro, para que tengamos UNA NUEVA ESPERANZA, sabe y acepta que morirá en la cruz. Sabe que su destino es el mismo de un mártir. Entiendo todo, Vicky es la magia. Vicky es la esperanza. Vicky es la salvación.
Me pongo de pie frente a ella que permanece sentada en silencio. Caigo vencido a sus pies, de rodillas, rendido. Suplico su perdón. Ella dice un tierno “está todo bien”, y mi alma regresa al cuerpo. Soy, a partir de ahora, un nuevo talibán. Le pido si podemos tomarnos una foto, dice que sí, le pido si puede firmarme un par de fanzines que llevaba conmigo, dice que sí.
Me acompaña hasta la puerta para despedirme. Me pide “haceme quedar bien en la nota”, y sonríe, y sus ojos brillan, y afuera el mundo es un lugar un poco mejor, porque comprendí todo, entendí el verdadero mensaje.

Vicky es el arte.

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